Mi voto cuenta. Mi voto es importante. No puedo avalar con mi voto un régimen que ha estado en el poder de manera autoritaria durante diez años, y que ahora busca recuperar el poder, mantenerse con una transferencia familiar, personalista y acaparadora. Creo que es un aval de democracia asegurar con mi voto que el poder sea dividido (como esta escrito en la Constitución), que el gobernante sea temporalmente uno de mis "representantes", y que la democracia debe prevalecer. Porque no lo olvidemos, democracia es un gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo, no el ranchito de una mafia corrupta, autoritaria, asesina que se jacta con medidas asistencialistas. De repente en relación a mis principios, tengo la conchudez (si, leíste bien) de pensar que la prioridad y el principio fundamental del Estado no es satisfacer al FMI, o a los inversionistas mineros, o a la opinión internacional, o a las empresas, o a los ricos, o a los pobres, o a los blancos, o a los limeños, o a los cobrizos sino a todos los peruanos. Es ese principio político el que mi voto a Ollanta Humala reitera, como para recordarme el ejercicio de mi ciudadanía.
Porque creo que el economismo no es una solución política, que el neoliberalismo no es una opción política de la que debamos jactarnos, menos todavía promover negligentemente desde y para el Estado. La economía, simplemente, es una búsqueda de equilibrio y de riqueza. Creo también que se exagera mucho diciendo que un Estado fuerte equivale a un Soviet dirigista, "sin Saga, sin Ripley, sin megaplazas ni restaurantes". Creo que seria una exageración y una polarización anacrónica el decir que eso pueda ocurrir. La iniciativa individual, el empeño personal, las ganas de salir adelante, el esfuerzo propio no justifican las desigualdades abismales, la poca redistribución de las riquezas, la falta de inversión de recursos Estatales para asegurar que todos podamos salir adelante y vivir con dignidad, así estemos enfermos, o viejitos, así hayamos nacido en una familia humilde, así seamos mujeres, o campesinos, o trabajadores de los services, o sencillas personitas como yo, estudiante que confía en mis neuronas y que vive del fruto de sus dos brazos. El libre mercado no niega nada porque no es una cuestión que debamos discutir de manera política. Y hasta en los países más liberales, los Estados defienden los intereses de sus naciones en materia económica. El único en el que se quiere hacer pasar el pragmatismo neoliberal como una opción política “porque mejora el país” es en el Perú. Nos han querido mentir diciéndonos que el voto de Ollanta es “quitarle a los que trabajan para darle a los pobres”, y yo respondo que esa gente que trabaja sin estar en planilla, que no tiene seguro médico, que no tiene servicios básicos en su casa, que tiene un trabajo inestable, que es esclavizada para servicios domésticos o sexuales también trabaja, muchas veces desde muy niños, porque el Estado no se ocupa de hacer respetar sus derechos de infante, de trabajador, de miembro de comunidad campesina o amazónica, de mujer; de peruano y de peruana. Como soy muy conchuda, pienso que todos debieran tener por lo menos un dinerito en su alcancía, y que eso no excluye para nada que yo no lo pueda tener también. Igualdad no es que marchemos todos como cachacos y que comamos todos en comedor popular; igualdad es que el Estado y los gobernantes que estén en el poder nos aseguren a todos, por lo menos, esa oportunidad.
La proposición de Keiko Fujimori nisiquiera se podría resumir como neoliberalista; es una cómoda negligencia falsamente permisiva, para seguir enriqueciendo a la gente que ya se enriqueció con Fujimori, que se siguió empanzando millones con inversiones durante la bonanza económica, y que obviamente, quiere seguir engordando sus millonarias alcancías, financiando a Bayly y a de Soto y moviendo sus enfangadas cuentas corruptas para fabricar el pánico financiero. No defiendo la eufórica libertad del mercado, y digámoslo con honestidad: ni eso puede aparentarse a cualquier forma de libertad.
Como tengo conchudez, dignidad y nada que perder salvo mis derechos fundamentales de ciudadana; como rechazo la dictadura, la corrupción, la censura de la prensa y el sectarismo; como me siento orgullosa de la situación económica excepcional de nuestro país estos últimos diez años y pienso que esta bonanza económica debe traducirse en un bienestar social nacional, concreto y prolongado; porque no quiero postergar más el desarrollo sostenible del país (postergado en el boom del guano, del azúcar, del algodón), voy a votar por Ollanta Humala en las elecciones del 5 de junio.
Alicia Matta Gonzales
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